La misteriosa Ana
Mientras Sandra mantenía una fuerte presencia digital, Ana era casi un espectro, completamente ausente de las redes sociales, sin ningún rastro que seguir. Había una quietud en Anne que parecía intencionada, casi sospechosa. “Debe de estar ayudando a Sandra”, declaró Joyce, con una convicción que no dejaba lugar a dudas. Asentí, sintiendo que las piezas del rompecabezas empezaban a encajar. Aún no era una imagen completa, pero por fin teníamos algo más sólido que nuestras propias percepciones para respaldarnos. Ahora teníamos una motivación clara y la posibilidad de una confabulación.

La misteriosa Ana
En busca de asesoramiento jurídico
Ante estas revelaciones, pedí consejo a mi amigo, un abogado especializado en negligencias médicas. “Reúne todas las pruebas, pero no digas nada sobre el caso”, me aconsejó, con un tono firme que sonaba casi como una advertencia. Sus palabras me dejaron claro el camino a seguir, y decidí actuar con discreción. Me di cuenta de que precipitarme podría poner en peligro nuestras posibilidades. Opté por seguir un camino prudente pero necesario, decidida a buscar justicia para Joyce.

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