Orgullosa pero atormentada
Observé a Joyce en la televisión, sintiendo una mezcla de orgullo e incredulidad. Sus palabras describían con precisión la pesadilla a la que me había enfrentado. Sin embargo, cuando aparecieron las imágenes de las cámaras de seguridad, se me hundió el corazón. Las enfermeras, Sandra y Anne, reían mientras el caos se desarrollaba a su alrededor. Ignoraron los gritos de auxilio de Joyce. ¿Y lo más cruel? Apagaron el botón de llamada, silenciando sus súplicas de ayuda de una vez por todas. Ver aquellas escenas me revolvió el estómago. ¿Cómo puede alguien ser tan inhumano?

Orgullosa pero atormentada
Un mensaje inesperado
Tras la emisión de la entrevista, recibí un mensaje de una antigua compañera de clase de Joyce. “¿Has visto a Sandra en la tele?”, escribió. Mencionó que Sandra solía llamarla “princesa” a sus espaldas. Las palabras tuvieron el impacto de un cubo de agua fría. Compartí el mensaje con Joyce, sugiriéndole que el rencor de Sandra podría no haber desaparecido nunca. No era sólo Joyce la que se enfrentaba a la enfermedad; parecía ser el centro de una venganza silenciosa que duraba desde hacía años.

Un mensaje inesperado